Argumento
CHIQULLADAS
La realidad, pasada por la trituradora mirada de un niño, ya no es realidad ni es nada que se le parezca, o sea que queda hecha unos zorros, y presenta aspectos que a los adultos nos suele dar mucha risa.
Si un niño nos contara, por ejemplo, qué ve cuando mira un entierro o a un maestro o el cuerpo del otro con ese misterio jocoso de su sexo o a la hermana de su mejor amigo, algo mayor y como sin terminar de hacer - siempre según el ojo del niño o los misterios del catecismo aquél que nos asestaban o la vida y la muerte de los numerosos bichos que nos comemos los adultos (conejos, cerdos, corderos, vacas, pollos, estos casi siempre muertos antes y otros como almejas, y crustáceos varios, a veces vivos incluso).
O qué ve cuando mira a los abuelos o a los adultos en general, y las extrañas cosas que hacen y dicen como si tal cosa o cómo se despide de las cosas que se le quedan atrás, cuando siente que, de todas formas, crece cómo ve llegar la primeras tristezas.
Sobre este filón construye el autor esta obra que presentamos, acudiendo a la imaginación de una niñez que, aunque no sea la niñez de ahora, tiene todo el humor poderoso y surreal que sólo se encuentra en la desconcertante capacidad de esa mirada.
La mirada de la inocencia es una luz sobre la realidad, a la que corta como un acero afilado. La realidad que soporta esa mirada puede transformarse en otra realidad que sólo el niño podría narrar. A veces da risa y otras da una profunda emoción.
Como sucede en esta colección de CHIQUILLADAS.
