Permítame una pregunta, y no se asuste: ¿Cabe la existencia sin la mirada del amante, del enemigo, del extraño que espía? Sobre el escenario, los dedos curiosos de Teresa Nieto en Compañía hurgan en las heridas de la oscuridad y de la luz en busca de su respuesta.
En el barro esencial con que se modela esta historia caben la sombría melancolía y la vida arrolladora. Y de esa paradoja surge una emocionante verdad: que no existe el amor sin la crueldad o el dolor sin la felicidad, como no puede existir la luz sin la oscuridad o la soledad sin el otro.
Por La mirada, como si de una pasarela milagrosa se tratase, pasean juntos la obra y su creador. Teresa convoca un juego de brillos y sombras bajo el que se entrelazan destinos, se aliñan juegos, se tejen entregas y se destejen abandonos. Y todo ello, por obra y gracia de un dios menor, un lucifer cuya mirada atestigua la belleza de esa diferencia de potencial que somos los humanos si se nos reduce a energía. Chasss, puro instante. Como éste. Milagro. Adiós.