Argumento
El relato va de erotismo, de sexo, de amor. Dicho así, sin más, se puede inducir a un equívoco, porque de lo que va la obra es de erotismo sin belleza, de sexo sin deseo, de amor incapaz, de la incapacidad de amar, o sea, de la muerte que se llora, no porque se la espera con temor, sino porque se vive como si la gestación hubieran sido nueve meses de agonía y el nacimiento, la muerte. Una muerte que (se)respira, una muerte que puede ser contagiosa. Los de Quasar Teatro hemos trasladado la brevedad y la intensidad del relato al escenario, destilando su esencia gota a gota, con la lentitud a que invitan los silencios, con el aroma de ajustadas palabras justas, con el sabor de las lágrimas. Son el alambique dos personajes, sin nombre, una mujer y un hombre, ella y él. Él es portador del mal; ella una prostituta que, por el mismo precio, ejerce de terapeuta. La destilería, una habitación alquilada con una cama, una silla y dos paneles vacíos al fondo, sin más adornos. Una cama sobre la que dejar constancia de una patología incurable; una silla en la que sentar tanta muerte, de la que levantarse para seguir muriendo, tras uno y otros intentos frustrados para vivir algo parecido a la vida