Dos personajes peculiares conviven en el subsuelo, un sótano insalubre. Nadie sabe de dónde son, ni tampoco cómo fueron a parar a ese lugar. Todo parece separar a estos dos desarraigados sin nombre, que tienen como único equipaje los recuerdos de un lugar que tuvieron que abandonar. El primero, AA, es un intelectual, refugiado político, aferrado únicamente a sus ideas. El segundo, XX, es un obrero, ferozmente materialista y apolítico, obsesionado por el trabajo y el ahorro compulsivo para, cuando regrese a casa, poder deslumbrar a todo el mundo. El humor de Mrozek desempeña un gran papel en este juego de reflejos. Se trata de un humor de una profunda inteligencia. Su risa es amarga, incisiva. Es la risa del hombre que sabe que nuestra existencia no tiene consuelo.