Yo no tengo nombre es una pieza escénica de El Conde de Torrefiel que propone un giro radical en la perspectiva: es la Naturaleza quien toma la palabra. A través de un monólogo proyectado sobre una pantalla led al aire libre, leído por el público al caer el día, el paisaje se transforma en escenografía, narrador y protagonista. Este texto, subtítulo viviente del entorno que lo acoge, plantea interrogantes sobre nuestra relación con la naturaleza y entre lo urbano y lo rural en tiempos de fragilidad climática. Con un tono que fluctúa entre lo onírico y lo profético, la obra revela las contradicciones humanas frente a su origen, invitando a imaginar cómo nos ve aquello que hemos llamado "Naturaleza".