La mística: la experiencia de lo trascendente, el anhelo de fusión con lo divino. A lo largo de los siglos XVII y XVIII, la mística encontró seguidores en toda Europa. Y, en ese contexto, la música religiosa española, concebida como vehículo de conexión con lo sagrado, se valió de todos los recursos del ilusionismo barroco para aprehender y cautivar los sentidos del creyente.
Amor Místico es una celebración de lo espiritual que se alcanza mediante la mejor y más sublime manifestación de lo sensorial: el arte. Música y verso se funden como cuerpo y alma, y las composiciones de Hidalgo, de Torres, Hernández y Llana, Sances, Cabanilles, Supriano, Durón, de la Puente y Caldara se hermanan con las palabras de Santa Teresa de Jesús, San Juan de la Cruz, María de Zayas y Lope de Vega.