Sostener, resistir, adaptarse.
Cada impacto deja una marca, cada ausencia abre un hueco. Con el tiempo, aquello que falta se vuelve más presente que lo que permanece.
El desgaste ya no es solo una herida, sino una forma de ser.
A través de esta metamorfosis, el vacío no es ausencia, sino huella; no es pérdida, sino creación.
Los huecos que deja el desgaste resplandece como grietas en la piedra que dejan pasar la luz.
Así, el cuerpo se redescubre en su propia disolución, explorando la poesía de lo que se ha ido, de lo que queda, y de lo que aún está por formarse.