Inconscientes a la mirada perdida, que se ha instalado en nuestros códigos de vida, seguimos día a día atrapadas en un círculo
repetitivo en el que nos conformamos con picos de protesta y celebración, aparentemente espontáneos. Sin ser conscientes que somos domadas y paseadas tal cual un rebaño. Nos redescubrimos siendo guiadas a ciegas a través de algoritmos que deciden que puede ser de nuestro interés y que no. Clausuradas y encerradas hemos limitado el acto de vivir. De vivir y descubrir.