Un momento efímero. La cuerda vibra, el pulso responde. Cada nota es un eco del movimiento, cada movimiento una sombra del sonido. Como un árbol que siente el viento en sus hojas, dos cuerpos y un violonchelo trazan juntos un paisaje de movimiento y música, en una composición instantánea plagada de emoción y delicadeza, que nos recuerda que todo está interconectado, vivo, que todo es danza.