Macbeth es una de las tragedias principales de William Shakespeare. Tan medieval y a la vez tan contemporánea, que provoca los más inquietantes temores en los espectadores.
La base de la historia es bien conocida. Unas brujas vaticinan a Macbeth que será rey y después se desvanecen en el aire. A partir de este suceso, al protagonista lo impulsa la imaginación y las fantasías, que convenientemente azuzadas por su esposa Lady Macbeth, lanzan al matrimonio al corazón de las tinieblas. Arrastrándonos con ellos a los abismos de un viaje sangriento.
Macbeth sufre a lo largo de la obra alucinaciones que solo él ve. Imaginaciones, fantasmagorías, sueños que lo envuelven en preocupaciones y pavores de todo tipo, empujándolo a seguir de forma compulsiva destruyéndolo todo: la vida, el orden establecido, el reino e incluso el tiempo.
En esta época escéptica no creemos en brujas ni en otras quimeras. Pero es fácil descubrir a otro tipo de brujas que hablan al oído de gobernantes, autócratas, dictadores, déspotas e iluminados. El mundo primitivo y sangriento de Macbeth no está tan lejos y su reflejo en imágenes, sucesos y la narrativa de hoy lo corroboran.
Quizá nuestro mayor miedo ante un personaje como Macbeth viene porque es humano. Tan terriblemente humano que nos perturba y nos coloca ante lo más terrible: el horror ---- Alfonso Zurro
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