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Como viene siendo habitual casi desde que el Teatro Real abriera sus puertas en el año 1997, una compañía de danza es la encargada de poner el ecuador a su temporada. En esta ocasión la invitada es la CND quien este año cumple XX años de su formación con Nacho Duato al frente. Y para ello, los responsables de la compañía han elegido, entre otras cosas, el estreno de una nueva coreografía, bajo el título de Jardín infinito.

Concebida como un homenaje a Chéjov en el 150 aniversario de su nacimiento, este nuevo trabajo busca transmitir al espectador la visión personal y particular que el coreógrafo valenciano tiene del escritor ruso, de cómo vivía y de lo que sentía por sus semejantes y por el mundo que le rodeaba, de su personalidad. Para ello cuenta con la música de dos habituales suyos (Pedro Alcalde y Sergio Caballero), cuatro himnos de Alfred Schnittke y un fragmento de Chaikovski. Jardín infinito es una colaboración con el Festival Internacional del Teatro Antón Chéjov de Moscú, que cuenta con el apoyo del Gobierno de Rusia y el Gobierno de Moscú.

Duato explica que Jardín Infinito no está basado en ninguna de las obras de Chéjov en concreto: “No quería que situaciones, alusiones o anécdotas relacionadas con ellas constituyeran la base de mi trabajo, definitivamente abstracto. Me he inspirado en su mundo, en su personalidad y en su obra para extraer una visión particular y personal de todo ello”.

Cuando comenzó a trabajar con la música para la coreografía dedicada a Antón Chéjov, continúa Nacho Duato, “pensamos en la palabra y la percusión como principales ejes de la paleta sonora que utilizaríamos para componer. Necesitábamos que esa palabra no fuese una historia o una obra teatral, para evitar en todo momento la tentación de la narratividad. Por eso utilizamos textos y palabras extraídos de su Cuaderno de notas, que, sin caer en la dramaturgia de una obra acabada, nos sumergían en un mundo más personal de Chéjov: el de su cantera”.

Por otra parte, Rassemblement es una creación que transporta al espectador a la denostada Haití y que, a través de los poderes liberalizadores de la música y la danza, demuestra ser un impresionante y conmovedor llamamiento a la conciencia del público sobre los derechos humanos. Con música de la compositora Toto Bissainthe, el trabajo contiene diferentes canciones de esclavos en las que se mezcla el vudú, el sufrimiento del exilio y el anhelo de libertad.