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Nuestro adiós a Susana Herreras, compañera de La Red

05 abril 2021
Nuestro adiós a Susana Herreras, compañera de La Red

"La necesidad de Susana"

Hubo un tiempo –ni tan lejano como pueden creer los recién llegados ni tan cercano como quisiéramos los más veteranos–, en que todo estaba por hacer en el campo de las artes escénicas. No había circuitos, ni asociaciones profesionales, ni estructuras organizadas más allá de los organismos centrales del Estado. Como en Macondo, el mundo era tan reciente que muchas cosas aún no tenían nombre, pero empezaban a existir teatros “en provincias” dotados con programaciones estables y el tejido creativo se expandía aceptando la trampa de la profesionalización sin previos matices sectoriales.

En ese magma inicial con marcado carácter iniciático aparecieron gentes como Susana Herreras, que en su papel de coordinadora de la Red de Teatros de Castilla y León se convirtió en agente, divulgadora, promotora e infatigable impulsora de la creación artística de su comunidad y entusiasta seguidora de la creación escénica y del talento artístico allá donde surgiera, con un espíritu y una energía que superaba con creces el mero papel funcionarial que tantas veces tapa incapacidades, desatenciones y perezas.

Defensora a ultranza de la presencia pública en la cultura, detractora feroz de la inacción y la dejadez política en este campo, acabó sufriendo las consecuencias de su firmeza de criterios en su propia trayectoria laboral. Injustamente relegada a tareas menores en el momento en el que ocupaba cargos de responsabilidad en la Directiva de la Red Española, Susana nunca dejó el teatro y su presencia, que no pasaba inadvertida, era habitual en ferias, estrenos, certámenes, festivales o jurados. Su ausencia de los lugares donde se toman decisiones se ha notado en la última y complicada década.

Apasionada siempre y por tanto excesiva en ocasiones, se ganó el cariño y el respeto de la profesión a base de constancia y trabajo, pero también de la alegría desbordante que su presencia provocaba. Cuando se ponía “faraona” había que tener mucho arte para estar a su altura.

Desbordante y arrolladora, vehemente e impetuosa, amiga de sus amigos, pisadora de charcos en los que entraba sin fijarse si llevaba el calzado adecuado. Arrebatada en sus opiniones, generosa y desinteresada en sus prácticas, inflamada defensora de lo que entendía justo. Así era Susana, que deja un imborrable rastro de cariño por los patios de butacas de todo el país.

Susana Herreras ha fallecido en abril, que es “el mes más cruel”, como nos enseñó T. S. Eliot. Con el peso de la enorme crisis que la pandemia sanitaria está generando el sector de las artes en vivo y en un momento en el que necesitamos reafirmamos más que nunca en los valores democráticos de la escena, personas como Susana Herreras son más necesarias que nunca. Aunque sólo sea para gritar contra los que pretenden adueñarse de las palabras. “Los mismos que en la Edad Media tiraban piedras a los leprosos”, como señala el verso de Juan Carlos Mestre.

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